¡Abuela, abuela, mira!” gritó Marley al bajarse del autobús.  “¡Tengo cosas que enseñarte!”  La abuela de Marley sonrió.  “Veamos.”  Marley abrió su mochila repleta.  Los papeles empezaron a volar. 

“Sé que lo metí en la mochila.  La profesora dijo que tenía que leerlo.  Pero, abuela, no puedo leerlo.  En la escuela sólo leo los libros “rosados.”  ¡Va a ser demasiado difícil!”  Marley seguía buscando.  “¡Lo encontré!”

La abuela se acercó a su silla.  “Ven, siéntate conmigo.  Hagámoslo juntas.”  Marley se acomodó.  “Háblame de este cuento.  Vamos a ver la portada.”

“Es un perro, abuela.”

“Sí, es un perro.  Mi perro Fuzzy,” leyó Grammy.  Grammy pasó a la primera página: “¿Qué pasa?  ¿Quién es?”

“Fuzzy, ya conoces al perro de la portada, abuela.  Está corriendo.”

“Fuzzy pasa corriendo junta a mamá .  ¿Y ahora qué pasa?”

Marley puso los ojos en blanco.  “¡Abuela, Fuzzy está corriendo!”

“Fuzzy pasa corriendo junta a papá.”  La abuela cambió de página.

“Déjame hacerlo, abuela.  Fuzzy pasa corriendo junta a mí…” Marley se quedó mirando el dibujo dando golpecitos.  “¡Es la hermana!  Fuzzy pasa corriendo junta a mi hermana.”  Marley sonrió con satisfacción y continuó hasta el final del libro.

“Marley, ¡qué emocionante leer tu libro!  Sabía que podíamos hacerlo.”  La abuela sonrió.

“Sí, lo hicimos.  La próxima vez que lo leamos, abuela, no te necesitaré… o quizás un poquito.”  Marley sonrió.  “Quizá pueda hacer FaceTime con mamá o papá en el trabajo y leerles.”

“¡Qué buena idea, Marley!”